Por Pegaso

Campeones

 

Hablando de corrupción, hay un país que se distingue por ser el campeón mundial.

No estamos hablando de México. A final de cuentas, nosotros ya estamos acostumbrados a las transas y trafiques de nuestros simpatiquísimos políticos.

Cierto que en las calificaciones que todos los años se hacen por parte de organismos internacionales, nuestro país siempre aparece entre los primeros, pero hay uno que está a nivel Dios en el tema de la corrupción. ¿Saben cuál es?

¡Claro! ¡Los Estados Unidos de América! USA, la Unión Americana, Gringolandia. Como quieran decirle.

Allá están los verdaderos capos de la droga, del armamento y de todo lo malo que pueda existir en el mundo.

Tanto así que los nuestros parecen niños de pecho en comparación con los varones del crimen organizado que viven en suntuosas mansiones y se codean con los hombres más ricos del mundo.

Allá no les hacen el fuchi como aquí. Son empresarios muy respetados. Veía apenas esta mañana que algunas familias como la Corleone, los Colombo, los Gambino, los Genovesse y los Luchese aún operan y prosperan con las reglas que impone el sistema de gobierno gringo.

Porque allá, mientras no cometas infracciones de tránsito, le saques la lengua a un policía y no evadas impuestos, puedes ser el más desalmado criminal y andar como si nada. Mientras no te prueben actividades ilícitas, tu expediente está tan limpio e intachable como la virginidad de una monja carmelita.

La gente de Estados Unidos, y me refiero específicamente a los anglosajones, tienen una tremenda doble moral. Por un lado son conservadores, tradicionalistas, la mayoría protestantes y muy apegados a sus creencias religiosas, casi rayando en lo fanático.

Por el otro, cuando tienen oportunidad, se sueltan el pelo, dejan atrás la represión y hacen todo tipo de estupideces.

Esto se refleja más cuando vienen a repúblicas bananeras como la nuestra a disfrutar de sus playas y balnearios.

Aquí, los chavos y no tan chavos que vienen de vacaciones, llamados “springbreakers” se drogan, toman en exceso, bailan y se divierten a morir, lo que no pueden hacer en su país porque allá las leyes son más estrictas.

También está el fenómeno de la gentrificación, donde muchos gringos tratan a sus vecinos mexicanos con la punta del pie. Y prácticamente se han adueñado de ciudades balneario como Ensenada, Puerto Vallarta o Cancún.

En Estados Unidos si alguien maneja ebrio, es un multón. Si alguien atropella a otro, cárcel segura. Si te le quedas viendo feo a un agente de migración o policía, seguro te agarran a madrazos y si le dices un piropo subido de tono a una curvilínea chica, te demandará y te bajará la lana que no tienes porque te acusará de haberle causado un trauma irreversible.

Yo, Pegaso, siempre he dicho que los gringos están locos. No me gustaría vivir en ese país. Aunque sí adoro su comida y me encanta ir a los buffets. O, si tuviera la posibilidad, viajaría por toda su geografía para conocer sus maravillosos paisajes. Pero vivir allá, ni madres.

Todo lo que pasa en Estados Unidos es tolerable, mientras no se amenace su famoso estilo de vida.

Allá todo mundo se droga y nadie la hace de pedo. Y cuando digo que todo mundo lo hace, me refiero a la población anglosajona, nuevamente, porque a la raza latina lo que le gusta es el chupe.

Estados Unidos es el país más corrupto y uno de los más racistas. Han aprendido a tenerles cierta consideración a los negros, pero a los prietos, feos y chaparros mexicanos, hondureños, salvadoreños y guatemaltecos, los tratan peor que a la chacha. Y no se diga cuando delinquen, porque los califican de terroristas y criminales de alta peligrosidad.

De ahí que actualmente las redadas contra personas indocumentadas en ese país van en aumento. A ver, ¿porqué no hacen lo mismo con los migrantes güeritos, de ojos azules y verdes, de pelos de elote, altos y espigados procedentes de Irlanda, Francia, Escocia, Italia, Alemania o Suecia?

Lo pregunto porque parece ser que el gobierno norteamericano solo tiene fijos los ojos hacia el sur y se olvida que también por el norte entran ilegales.

Viene el refrán estilo Pegasiux: “Observas la brizna en el órgano de la visión de otros individuos, mas obvias el madero en el tuyo”. (Ves la paja en el ojo ajeno y no ves la viga en el propio).