Ciudad Madero
Por Omar Reyes
Arenga no es agenda
En la política -y más en la diplomacia- el tono lo es todo.
En las últimas semanas, los ecos de las protestas de migrantes latinos en Estados Unidos —principalmente mexicanos— han generado más que ruidos, han levantado una polvareda diplomática que no sólo enturbia la relación bilateral que ya pendía de un hilo, sino que también exhibe con claridad una peligrosa confusión entre arenga y agenda.
Sin duda la causa migrante es legítima. Nadie puede negar el peso histórico, humano y económico de los millones de latinos que viven en Estados Unidos, muchos de ellos en condiciones de vulnerabilidad, persecución y discriminación.
Que alcen la voz es necesario, pero, lo que ha encendido las alertas en Washington no son las protestas en sí, sino la forma en que —desde su perspectiva— han sido alimentadas desde ciertos círculos políticos, entiéndase la Presidenta de la República y otros.
Algunos líderes de Morena, mareados por el poder, parecen no haber entendido que el lenguaje de la oposición, simplemente no puede ni debe trasladarse automáticamente al ejercicio del gobierno.
La lógica del mitin y del discurso incendiario puede rendir frutos en la plaza pública, pero en el terreno internacional, esa retórica suele pasar factura, más con la idiosincrasia del norteamericano.
Las arengas que buscan provocar, polarizar y movilizar desde la identidad y la confrontación han sido lanzadas hacia el norte como si no existieran consecuencias, pero sí las hay, y están comenzando a materializarse.
Las declaraciones de altos funcionarios morenistas han sido vistas desde la administración Trump (y desde varios actores del Partido Republicano) como una intromisión y una falta de respeto.
No es casual que la Casa Blanca haya endurecido su discurso, y tampoco es casual que algunos consulados mexicanos hayan tenido que activar sus protocolos diplomáticos con urgencia, intentando apagar fuegos que no se encendieron en sus escritorios, sino en los micrófonos de Palacio Nacional y desde el Senado.
¿Quién capitaliza todo esto? los radicales estadounidenses, que no necesitan más pretextos para reforzar su discurso antiinmigrante, y de paso, los sectores más conservadores de ambos países, que ven en esta tensión la oportunidad de reafirmar viejos prejuicios: los del “mexicano problemático”, el “gobierno populista” y la “invasión cultural” que tantas veces ha sido usada como bandera electoral.
Debemos entender que la lucha por los derechos de los migrantes no puede convertirse en rehén de agendas políticas mal calculadas, mucho menos cuando se juega en terreno ajeno y con reglas que no se dictan desde la mañanera, pero que además no tendrían ningún efecto positivo.
La política exterior requiere sutileza, oficio y, sobre todo, estrategia, en Morena deben entender que gritar más fuerte no equivale a tener razón, provocar no es lo mismo que avanzar, y llamar a movilizarse en su país —donde tienen el control del discurso— no es lo mismo que hacerlo en tierra ajena.
México necesita más diplomacia y menos dogma, más estrategia y menos estridencia, más cerebro y menos vísceras. Si algo ha quedado claro, es que la arenga no construye agenda.
QUE CURIOSO
En medio de miles de señalamientos y evidencias de “inconsistencias” en la elección judicial, los perfiles cuatroteistas —y uno que otro colado— se disponen a hacer valer la ley, pero la mayoría no tienen experiencia ni preparación, entendemos que mucho menos capacidad.
En el país de “90% honestidad, 10% experiencia”, queda claro que lo que AMLO quiso decir fue “90% compadrazgos-nepotismo, 10% experiencia”.